lunes, 20 de septiembre de 2010

Tras el verano ...llega la "santa" o "demoniaca" rutina


La rutina... La rutina es una palabra llena de matices…Endulza  o amarga por igual los días. Para algunos la rutina está teñida del gris  y la gelidez del invierno. La rutina te sumerge en un carrusel de días monótonos  y repetitivos de inevitable ocurrencia. La llegada a una cumbre donde descansar y observar tranquilamente el horizonte no es posible si antes no trepas y te arrastras por la montaña. Lo deprimente del asunto es que un instante de cumbre requiere todo un año de dura escalada…y tanta desproporción  tambalea y desequilibra.
Sin embargo la rutina es un mar manso y tranquilo para otros. Tras el bullicio y descontrol de las vacaciones se abrazan a lo cotidiano con el alivio de un niño que localiza a su madre tras haberla perdido de vista durante unos instantes. La rutina es descanso. Un descanso reconfortante que produce la ilusión del control del futuro.
Sean cúal sean vuestros matices desde el blog os queremos hacer un poco mas llevadera vuestra aburrida rutina o un poco más reconfortante ( si es posible) vuestra tranquila rutina y para ello recojo un artículo publicado en el  Periódico “El País “el viernes 17 de septiembre del 2010  escrito por Juan José Millas. Espero que alguno de vosotros sepáis contestar a las preguntas que realiza y lo compartáis con los demás. Yo por lo pronto me lo estoy pensando

¿Llevará razón la novela larga frente a la corta al modo en que, según el poeta, llevaban razón los días laborables? ¿Quién ganaría un combate entre Ana Karenina y La muerte de Ivan Ilich? ¿Quién una discusión entre Ulises y La metamorfosis? ¿Es más adulta o más seria o más arriesgada, no sé, El Quijote que El Lazarillo de Tormes? Me hago estas preguntas en el metro, donde el pasaje lee, casi sin excepción, novelas de más de 700 páginas. ¿Llevará razón el puro frente al cigarrillo? Cuando ya nadie fume, ¿sobrevivirá la leyenda del Cohibas a la del Camel? ¿Qué fumaría (si las novelas fumaran) Guerra y Paz; qué Pedro Páramo? ¿Desaparecerán un día, por no llevar razón, los domingos y sus tardes, tan crueles, aunque tan pertinentes, por ello mismo, para la relectura de Rulfo, de Borges o de Monterroso?
Si los psicólogos encargados del caso prescribieran ficción, en vez de libros de autoayuda, a los obreros chilenos atrapados en el fondo de la mina San José, ¿optarían por novelas de largo o de corto aliento? Conocemos la consideración (mala) de la Literatura respecto a la obra breve. ¿Piensa del mismo modo la Psicología? ¿Cómo diablos han llegado los lectores del metro al extraño consenso de bajar al túnel con un volumen que no cabe en el bolso? ¿Dónde lo colocan al llegar al trabajo? ¿De qué forma lo echan de menos durante la jornada laboral? ¿Por qué estos libros son también, casi sin excepción, de tapa dura? ¿Llevará razón la tapa dura frente a la edición de bolsillo al modo en que el lunes, siempre según Gil de Biedma, lleva razón frente al domingo? ¿Tendrá razón el esposo frente al amante ocasional? Si con los libros se follara (y parece que sí), ¿se comportarían como cónyuges o como aventuras de verano? ¿Copularían con más ardor las novelas de Umberto Eco o las de Italo Calvino? Todo son preguntas.

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